miércoles, 3 de diciembre de 2008

“Donde hay comunicación, siempre habrá lugar para los traductores"


El traductor técnico, científico y literario Nicolás Delucchi, se refiere en esta entrevista exclusiva para Contacto a la traducción asistida, al trabajo vinculado con los cómics y videojuegos, y a su experiencia –como traductor y docente- con Trados. Además, cita la frase de Homero Expósito “vivir es cambiar” para felicitar a todos los colegas en su día.

— ¿Hace cuánto tiempo que trabaja con Trados? ¿Cómo era traducir antes de poder acceder a este programa?
— Cuando entré al mercado laboral en el 2001, todavía no utilizaba Trados; pero ya venía experimentando –inclusive antes de recibirme- con programas de terminología y glosarios en bases de datos. Antes del 2002 ya estaba trabajando con una colega para un par de agencias que utilizaban SDLX, así que casi desde el principio utilicé CAT Tools. Inclusive para varios proyectos que no lo requerían, incorporé a mi mecanismo de trabajo el uso de memorias de traducción. Recién un par de años después, allá por 2005, empecé a utilizar Trados con más frecuencia y hoy en día es la herramienta que más uso. En lo que se refiere a traducción técnica y científica, casi se podría decir que no tuve un antes y un después, sino que siempre me manejé con este tipo de programas. Por supuesto, para la traducción literaria sigo sin usar Trados.

— ¿Considera que la mayoría de los traductores conoce en detalle las herramientas y aplicaciones de Trados? ¿Cuál es su experiencia al respecto en los cursos que dicta sobre el tema?
En general, veo que mucha gente no sabe aprovechar bien la herramienta. En su mayoría son profesionales que necesitaron en algún momento aprender rápido a utilizarla y no tuvieron el tiempo o la inquietud de ver su funcionamiento en detalle. Como las propias agencias de traducción muchas veces no aprovechan todas las capacidades, muchos profesionales no aprenden a usar Trados al 100% porque "no necesitan saber eso". Los principales problemas que veo surgen de una mala planificación del trabajo, que a su vez viene de no entender bien qué función cumple cada componente. A menudo las memorias tienen problemas de incoherencia que se podrían haber salvado en el proceso de revisión y actualización. Algo que me sorprende es que muy pocos utilizan el módulo de terminología MultiTerm, que es una herramienta increíblemente útil para trabajar con glosarios nuevos, extensos o muy distintos a los que estamos acostumbrados. La realidad es que pese a trabajar con memorias, el buen manejo de la terminología sigue siendo esencial. También me ha tocado conocer a mucha gente que “aprendió mal” a usar Trados. Es por eso que mis cursos siempre empiezan desde el principio. Muchas veces tengo que “desprogramar" a los alumnos antes de enseñar. Y por eso me concentro tanto en los mecanismos de trabajo. No se puede aprender una herramienta si no se conoce el contexto en el que se trabaja y si no se practica con ella.

— ¿Qué le faltaría a Trados para ser más efectivo aún? ¿Considera que deberían modificarse los valores para el usuario y, de esta manera, desterrar la piratería?
— Creo que Trados debería terminar de fusionarse con SDLX, o tomar más cosas de este programa. Por ejemplo, la auto-propagación (reemplazar automáticamente las coincidencias al 100% mientras escribe), codificación de color para identificar niveles de coincidencia (que no se limite al color de las letras), guardar las memorias en un solo archivo, incorporar un sistema más sencillo para cambiar idiomas y variantes, permitir el trabajo con más de una memoria a la vez. También creo que la compañía que lo vende y distribuye debería imitar a otras compañías y ofrecer un precio más reducido para los traductores que no manejamos tarifas en euros o dólares y volver a ofrecer el soporte al cliente gratuito, en vez de cobrarlo como un servicio adicional.
Y, ya como una cuestión de gusto personal, me encantaría que resolvieran los errores de traducción que se ven a lo largo del programa. Sin ánimo de sonar pedante, causa un poco de incomodidad ver que un programa tenga una interfaz de usuario con incoherencias en la elección de términos o malas elecciones léxicas cuando se usa especialmente para evitar ese tipo de problemas.

— ¿Considera que la traducción automática podrá igualar la calidad de la traducción asistida?
Jamás. No se puede programar una computadora para que piense por sí sola, y mucho menos para que pueda sentir y detectar las sutilezas del lenguaje como lo puede hacer la mente humana. Ni siquiera con el cerebro positrónico que sugiere Asimov en sus textos de ciencia ficción pareciera capaz de hacerlo. Los sistemas de traducción asistida por computadora, tal como lo indica el nombre, ayudan al traductor para que pueda hacer su trabajo. Pero el traductor sigue siendo quien toma las decisiones. La traducción automática siempre podrá tratar de aproximarse al sentido de un texto, pero el margen de error y la falta de sensibilidad poética nunca dará un resultado totalmente aceptable. Así como no podemos crear máquinas artistas, no podemos crear máquinas traductoras. Cuando se ve que las principales compañías de tecnología recurren a agencias de traducción que trabajan con CAT Tools para traducir sus productos y no a la traducción automática, se ve una tendencia muy clara.

— ¿Cómo imagina el futuro de la traducción y de los traductores?
Los traductores no nos vamos a extinguir, como piensan algunos. Creo que en el futuro seguiremos incorporando herramientas para ayudarnos a hacer nuestro trabajo cada vez mejor. Pasó en el siglo pasado con las máquinas de escribir, luego las computadoras. Con el tiempo se popularizó Internet y hoy las nuevas divas son las herramientas de traducción asistida. ¿Qué sigue? Las computadoras portátiles están empezando a ganar terreno. Tal vez los sistemas de reconocimiento de voz mejorados nos permitan agilizar el trabajo muy pronto (por el momento, me quedo con mi teclado ergonómico). Del mismo modo, los clientes nos irán exigiendo que estemos familiarizados con más herramientas, a la par que los no profesionales también las incorporen dentro de su rutina diaria. Además, imagino que con la creación de nuevos medios y nuevos sistemas de comunicación y entretenimiento, se irán creando nuevos "nichos" y especializaciones para los traductores. Puedo imaginar el trabajo de traductores e intérpretes en redes sociales y comunidades virtuales en un futuro no tan lejano. Se habla mucho de la nueva era de la información y de la globalización y donde hay comunicación, siempre habrá lugar para los traductores.

— Usted realizó la traducción de cómics, de videojuegos y de guiones televisivos y cinematográficos. ¿Cómo desarrolló esos procesos de trabajo y con qué dificultades se encontró?
Cada uno de esos géneros tiene sus particularidades, sus desafíos y sus pequeñas satisfacciones. En primer lugar tengo la suerte (y el orgullo, tal vez) de ser un “nerd”. Siempre me pareció curioso que no tengamos un término propio en español rioplatense, pero veo que generalmente se toma prestado término español friki. Al ser videojugador y lector compulsivo de cómics (un promedio de 50 al mes), tengo un conocimiento bastante amplio de estos medios. Aunque suene extraño decirlo, sigue siendo una suerte de "competencia cultural". Hubo por lo menos tres agencias que, al enterarse de que tenía estos intereses y hobbies, me tuvieron en cuenta para los proyectos. Si un traductor tiene que conocer la disciplina y el público al que está dirigido el material, ¿qué mejor que una persona que consume esos productos? La traducción de videojuegos tiene, por ejemplo, el área técnica específica que se refiere a los mecanismos específicos para cada género. Aquí se ven conceptos como barras de energía y de poder en juegos de lucha, las categorías y niveles de los juegos de rol, o el concepto de salvar y cargar partidas. También están las descripciones para el manejo del juego ("mantenga presionado L1, gire el mando un medio círculo en el sentido de las agujas del reloj y luego presione el botón X”). Pero también los juegos incluyen un aspecto literario importante en cuanto a la historia que se va desarrollando. Y aquí puede tratarse de casi cualquier cosa: universos medievales fantásticos, descripciones del armamento utilizado en la Segunda Guerra Mundial, o incluso la política y sistemas económicos de razas alienígenas. Hoy en día, hay juegos que tienen un nivel de producción que supera una película de Hollywood, que además se extienden a lo largo de más de 40 horas de juego. Son horas y horas de diálogo, narración y descripciones. No estamos hablando del viejo y querido Pac-man, ni de un Arcade clásico, por supuesto. Para poder encarar los proyectos de traducción de videojuegos tuve que aprovechar todo lo que me enseñaron mis profesoras de traducción técnica y literaria y mis colegas. Encaré el aspecto técnico como si se tratara de un manual, pero con un grado de formalidad menor (pensando en el jugador promedio) y los diálogos del juego como si fuera una obra literaria. Al tener que hacer la traducción para Latinoamérica, tuve que recurrir a modismos mexicanos para los niveles de lengua muy bajos (según indicación del cliente o la agencia), adapté juegos de palabras y tuve que neutralizar muchísimas cosas. Cualquier traductor que quiera especializarse en esto deberá, indefectiblemente, jugar videojuegos. Si bien no es imposible, es muy difícil entender la mayoría de estos conceptos si no se juega. Internet también ofrece foros hechos por y para gamers, en los que se puede conseguir mucha información. Por supuesto, las compañías de videojuegos como Nintendo tienen sus páginas oficiales con mucha información útil. En la traducción de cómics al español, el principal desafío es resumir el texto para que se pueda ajustar al espacio, muchas veces escaso, de los globos y recuadros de diálogo. Además, el cómic en general es la mayor adaptación escrita del diálogo coloquial, así que siempre presenta problemas cuando se pretende publicarlo para Latinoamérica. Lo ideal sería traducir al español rioplatense, pero no siempre es una opción. En mi caso, siempre traduje guiones de cómics para los dibujantes de habla hispana, que no iban a ser publicados. Pero siempre aprovecho el ejercicio para trabajar y adaptar los juegos de palabras, en parte por capricho y en parte para que los dibujantes pudieran sentir el texto como algo más natural. Para esto también tuve que aprender muchos términos específicos de la profesión para poder transmitir las indicaciones del autor. En algunos casos, resuelvo problemas de cápsulas culturales u objetos muy específicos, con imágenes adjuntas al guión en forma de comentarios. También traduje al inglés algunos guiones de autores argentinos para presentar en editoriales extranjeras. En estos casos, siempre elegí el inglés estadounidense para los diálogos, porque creo que es el más difundido. Aunque la editorial fuera europea, creo que el nivel de penetración cultural hace que los modismos suenen más "naturales". Creo que la traducción inversa simplifica al momento de mantener los diálogos cortos, pero dificulta la tarea al momento de encontrar coloquialismos que no estén tan desactualizados. Para cualquiera que quiera aprender sobre el mundo del cómic, recomiendo el libro Understanding comics de Scott McCloud (en España se publicó con el ¿cuestionable? nombre Cómo se hace un cómic). Pero, por supuesto, también considero que los traductores deben vencer el prejuicio que muchos argentinos tienen y leer cómics. Un traductor de inglés que no haya leído a Will Eisner, Jack Kirby, Stan Lee, Neil Gaiman o tantos otros, está negando una parte muy importante de la cultura norteamericana y europea. No alcanza con leer las tiras del diario para conocer a fondo el género. Las veces que trabajé haciendo subtítulos también tuve dificultades con el límite de caracteres. Pero creo que los problemas más importantes surgían de las pautas de estilo del cliente, que solía pedir que los traductores "neutralizáramos" la mayoría de los diálogos. Hoy en día también hago el proceso de “pegar” los subtítulos en archivos de video digital. Para esto tuve que aprender a usar herramientas específicas y de vez en cuando tengo que resolver problemas de formato, pero esto tiene más que ver con el diseño que con la traducción en sí.

— En el ámbito de la traducción literaria, ¿considera que el traductor reescribe la obra?
— Depende de qué entienda uno por “reescribir”. Uno no está escribiendo desde cero, no está creando algo completamente nuevo y, por lo tanto, no pasa por el mismo proceso que el autor de la obra. Pero se necesita un nivel importante de sensibilidad literaria para entender, procesar y retransmitir el texto, más allá del conocimiento de ambos idiomas. Ahí es donde el traductor se convierte en escritor y escribe la “versión en otro idioma” de una producción literaria. Definitivamente no es lo mismo que una traducción técnica, que se compone básicamente de hechos y datos concretos. Para la traducción literaria, un buen traductor se debe convertir en escritor. Con esto no pretendo quitarle mérito ni al traductor ni al autor, simplemente separar las aguas. Pero si tenemos en cuenta la distinción en el rol y el trabajo de cada uno, sí puedo decir con total seguridad que el traductor reescribe la obra.

— Usted trabajó para empresas muy poderosas, como Kodak, Toyota, McDonald´s, Sony y Philips, entre otras. Respecto de otras compañías, organismos, instituciones o particulares, ¿le resultó más fácil o más difícil acordar las características laborales, los tiempos de entrega y la remuneración?
— En todos esos casos, siempre trabajé a través de agencias de traducción, así que las condiciones de trabajo y la remuneración ya estaban pautadas de antemano. Cualquier calificación que yo diera en estos aspectos tendría más que ver con la agencia que con la empresa en sí. No obstante, en la comunicación con los coordinadores de proyecto, ellos siempre me transmitieron que no era complicado negociar las pautas del trabajo con ninguna de estas empresas. Claro que se resolvían los plazos de entrega repartiendo el proyecto entre más traductores. Lo que me sorprendió es que algunas de estas empresas tenían un muy buen manejo de la terminología y las herramientas que utilizábamos. Por ejemplo, para un proyecto de McDonald's nos facilitaron una guía de estilo muy completa con la explicación detallada de qué entendían por "español de Latinoamérica" y "español de Estados Unidos". Todas las memorias y el material final pasaban por un proceso de “control de calidad” por un representante de la compañía. Las veces que señalé dificultades en el planeamiento de algún proyecto o errores que figuraban en las memorias de traducción, siempre tuve una reacción favorable y me dieron bastante libertad para manejarme. Por supuesto, siempre hubo alguna diferencia de criterios, pero nada que fuera realmente insalvable.

— ¿Qué es lo más importante que aprendió en el ejercicio de la docencia? ¿Qué es lo más valioso que pudo enseñar o transmitir?
Todavía siento que estoy aprendiendo mucho en cuanto a la docencia, en su mayor parte gracias a mis colegas, que me apoyan y me ayudan en todo. Siempre considero que soy traductor en primer lugar y docente en segundo lugar. De mis colegas traductoras y docentes a la vez aprendí mucho sobre cómo combinar ambas cosas y bajar los contenidos a la realidad concreta de la profesión. Por supuesto, tampoco puedo dejar de mencionar que tengo familiares docentes de los cuales también aprendí muchas cosas, especialmente en cuanto a la didáctica y el armado de clases. Cuando un alumno entiende lo útil que es el conocimiento que uno transmite y que le va a servir en el futuro, el resto se hace mucho más sencillo. Creo que lo más valioso que le puedo transmitir es la inquietud para aprender más, a vencer el miedo frente a la computadora. Cuando se me acercan ex alumnos/as a contarme que ahora se animan a hacer más cosas, que ya no dependen de su pareja/hijos/hermanos para hacer algunas cosas, que pueden aprovechar mejor el tiempo de trabajo, me hace sentir muy bien. Siento que estoy devolviendo a mi manera lo que tanta gente me dio a mí.

— ¿Cuál es el mensaje que le gustaría compartir con sus colegas en el Día del Traductor?
— Como dijo Homero Expósito: "vivir es cambiar". Nuestra profesión cambia constantemente y nosotros cambiamos con ella. Está en nosotros encontrar nuestro lugar y hacer valer nuestro trabajo. Amíguense con sus cachivaches. No los vean como un mal necesario, véanlos como un ayudante un tanto bobo, al que hay que decirle lo que tiene que hacer. El pánico nunca arregla nada. Les deseo que encuentren la forma de disfrutar su profesión tanto como lo hago yo. ¡Y a todos los traductores y traductoras, feliz día!

jueves, 27 de noviembre de 2008


“Nuestra sociedad no vería la vida de la misma manera si no hubiéramos traducido a Aristóteles, Schopenhauer, Sartre o Freud”

El destacado traductor, revisor e intérprete español Xosé Castro Roig, señala en la presente entrevista exclusiva para Contacto que, en relación con las editoriales, “debemos exigir como colectividad el reintegro de nuestros derechos de traducción, unos derechos que no están estipulados ni defendidos con coherencia en los distintos países de habla hispana”.

— Usted trabaja en diversos proyectos para Microsoft y también en programas, herramientas y aplicaciones para que los traductores desarrollen su trabajo. ¿Qué elementos tecnológicos no deberían faltar en el kit del traductor y cuáles son las novedades que se avecinan para el sector?
— No es tan importante lo que necesitamos sino manejar bien lo que ya tenemos. A veces, estamos muy pendientes de qué nuevos programas tenemos que incorporar a nuestro escritorio y al trabajo cotidiano, pero olvidamos que Word todavía puede sorprendernos (¿sabemos hacer macros que simplifiquen nuestras tareas?, ¿conocemos todos sus secretos?), las búsquedas documentales o no estamos suscriptos a ninguna lista de traducción, y estos aspectos son, desde mi punto de vista, fundamentales para desarrollarnos idóneamente como profesionales. Pero para no pecar de gallego y responder a la pregunta: hoy en día es necesario tener un programa de memoria de traducción si uno quiere dedicarse a la traducción técnica, porque el mercado viene demandándolo desde hace años. Cualquier conocimiento añejo nos hará más valiosos en el mercado y nos permitirá ofrecer servicios más amplios a nuestros clientes: programas de compaginación, nociones de programación..., cualquier aspecto relacionado con la computación será de provecho.

— De acuerdo con su experiencia, ¿considera que existe buena predisposición entre los traductores para explorar nuevas herramientas informáticas que permitan realizar un mejor trabajo?
— Yo creo que sí, pero me parece que entre la gente joven —que ya percibe la informática como algo casi connatural— esta predisposición es mayor, pero todavía arrastramos lastres del pasado y esquemas mentales que debemos desterrar. Así, mi experiencia es que la predisposición para aprender nuevos programas y métodos informáticos es mayor entre hombres que entre mujeres, a pesar de que la profesión está dominada por ellas. Y esto hay que cambiarlo radicalmente. La tecnología es un tren que nunca para. La capacitación debe ser paulatina y constante.

— ¿Qué relación encuentra entre los “cibermarginados” —que usted definió en una conferencia en 2001— y el “analfabetismo informático”?
— Cuando surgió la informática, muchos pensaron que sería una ciencia independiente (como la física, la química o la medicina) que manejaría y dominaría un grupo de personas. Hoy podemos ver que la informática ha alterado y mejorado absolutamente todas las áreas científicas y del saber. No en vano, la marginalidad social y económica también va de la mano de la marginalidad en las comunicaciones. Nicholas Negroponte (N. de la R.: científico de la computación, creador y director de Media Lab) creyó, en los años noventa, que había que inventar una computadora asequible para llevarla al mayor número de niños y escuelas del tercer mundo, para que también tuvieran acceso a la informática. Algunos lo consideraron una frivolidad. Hoy en día hay cientos de proyectos para llevar las comunicaciones modernas al tercer mundo, porque Internet nos trae información y nos abre una puerta al mundo.

— Usted plantea que para los traductores es tan importante la aptitud como la actitud. ¿Podría explayarse sobre este concepto?
— Si reparamos en la clase política, comprobamos que hay personas que, siendo ineptas (‘sin aptitud’) han llegado muy alto porque tienen mucha actitud. No quiero comparar a los traductores con los políticos, pero yo insisto mucho en este concepto cuando hablo a los estudiantes y traductores noveles, porque en esta profesión —como en otras— la clave no estriba únicamente en ser muy apto (haber obtenido, por ejemplo, magníficas calificaciones en la facultad o haber asistido a una docena de cursos): también es necesario tener la actitud para transmitir al cliente que valemos, que somos confiables, profesionales y que, más allá de nuestra experiencia o pericia, vamos a ayudarlo a sacar adelante al trabajo y no le dejaremos tirado. Por otro lado, también me gusta hacerles ver que hay gente que llega alto en la traducción porque tiene mucha actitud y con ella suple, quizá, algunas carencias en su instrucción o en su método. Si tenemos en cuenta que la mayoría de los egresados van a ser traductores autónomos, sería muy conveniente que las facultades planearan algún tipo de capacitación que los preparase para lo que van a encontrar al terminar sus estudios. Un mundo profesional sometido a la ley de la oferta, la demanda, el control de calidad y las relaciones mercantiles propias de cualquier profesión liberal.

— ¿Cuáles son los principales aspectos que tiene en cuenta para realizar la traducción de textos que utilizarán los dobladores de películas?
— Sin duda, los aspectos orales y de registro. La principal característica de la traducción para doblaje —que la diferencia de cualquier especialidad— es que hay que redactar un texto que, al ser leído por un actor de doblaje, parezca espontáneo. No traducimos discursos que van a ser dictados, sino lengua hablada que tiene que resultar natural. Si en el original cometen errores, nosotros tenemos que reproducirlos. Traducimos emociones y sensaciones, no sólo palabras. Si el hablante nativo de la lengua original de la película llora en tal escena, el hispanohablante también tendrá que llorar. Y si ríe a carcajadas en la siguiente, eso mismo deberemos procurar nosotros.

— En la traducción audiovisual, ¿advierte una buena predisposición para consultar fuentes no documentales?
— Internet nos ha hecho muy vagos a todos. «San Google» parece el patrono de las enciclopedias. Siguen habiendo temas que no están documentados en Internet y otros que aparecen en abundancia, pero, en su mayoría, son traducciones... y pobres. Tenemos que separar el grano de la paja con sumo cuidado y recordar que una hora de conversación con un experto en botánica es mejor que quince horas de googlear por páginas de botánica. Por suerte, en Internet también encontramos foros y listas de debate con las que podemos llegar «a la persona» (en oposición «al glosario») y obtener valiosísima información para nuestros textos.

— Con mucha frecuencia se suele desmerecer la tarea que desempeñan los traductores. ¿Cuál es la responsabilidad de los propios traductores en este aspecto y qué deberían hacer para revertir esta mirada acerca de nuestra profesión?
— Abandonar falsos corporativismos y reclamar calidad en los textos. Antes que traductores somos ciudadanos, y como tales, tenemos derecho a leer traducciones inteligibles. Si no las demandamos como ciudadanos y usuarios, no podemos pretender que nos las exijan cuando buscamos trabajo. Por otro lado, no hay que perder ninguna oportunidad de hacer ver a la gente que nos rodea la importancia de la traducción y los traductores.

— ¿Qué aspectos deberían cambiar para mejorar la relación entre las editoriales y los traductores?
— La misma que entre las editoriales y los correctores: que nos habituáramos —todos, pero también los profesionales de la lengua— a demandar calidad. Hay pésimas traducciones de libros que se convierten en superventas y que no reciben ningún tipo de queja de los lectores que los compraron. Por ende, la editorial saca en conclusión que su plan (pagar poco por una traducción hecha en malas condiciones) ha salido rentable. Además, debemos exigir como colectividad el reintegro de nuestros derechos de traducción, unos derechos que no están estipulados ni defendidos con coherencia en los distintos países de habla hispana.

— Usted señala que para un traductor no solamente hay lecturas recomendables, sino obligatorias. ¿Cuáles son —a su juicio— los diez libros que indefectiblemente deberían conocer en profundidad los traductores?
— Nunca sé qué responder a estas preguntas sobre el mejor o los mejores libros. Por suerte, hay tantos, que se podría crear una lista solo con ellos. A mí me marcaron ciertas obras del Siglo de Oro, en la que hay una gran maestría en la redacción y en aquello que se quiere comunicar, desde las obras menores de Cervantes, pasando por Quevedo o el Guzmán de Alfarache. Y no hace falta irse a los grandes literatos de hace siglos... Es un ejercicio precioso leer de un modo algo analítico las distintas maneras de expresar sentimientos, amor, humor, ironía en nuestros países: de Fontanarrosa a Borges, pasando Juan Rulfo, Renato Leduc, Juan José Arreola, García Márquez, Eduardo Galeano, Delibes o Jardiel Poncela. Lo importante es recordar cada día que nadie puede ser buen traductor si no es buen lector. En un plano más afín a la traducción, aparte de los dictados de la Academia, creo que es necesario consultar y manejar con frecuencia los manuales de José Martínez de Sousa, la gramática de Bosque, los escritos de José Polo, Alicia María Zorrilla y otros ortógrafos y lingüistas que han escrito sobre la lengua que más nos interesa: la del destinatario de nuestras traducciones, que es a quien nos debemos, al fin y al cabo.

— Usted postula que los traductores deberían oficiar como intermediarios entre “lo natural” y “lo idóneo” que conlleva el idioma. Me gustaría que pudiera ampliar esta perspectiva…
— La idea es clara: la evolución no implica mejora cuando se trata de lengua. Cuando la medicina «evoluciona» es porque mejora, pero el lenguaje no tiene por qué mejorar exactamente. Simplemente, muta, cambia, pierde y gana, pero no nos expresamos «mejor» ahora en el siglo XXI que hace 4500 años en Grecia. Lo verdaderamente esencial para el hombre se puede decir en cualquier idioma. Y por eso digo que aunque sea natural que adoptemos extranjerismos innecesarios, los traductores tenemos que servir de enlace entre lo natural y lo idóneo. Lo natural es por nuestra culpa y de los periodistas y de otros «agentes culturales» se nos haya metido en el léxico la acepción inglesa de evento. Es natural. Antes, en español, evento era tan solo ‘una eventualidad’, es decir, ‘un suceso inesperado’. Desde hace algunos años, evento también significa ‘suceso importante y programado’. Así que si yo digo que voy a un evento, nadie sabe bien adónde voy. Lo «idóneo» es que yo no rinda todo un campo léxico a los envites de una sola palabra-comodín, y diga que voy a un concierto, recital, exposición, boda, encuentro, reunión... o lo que corresponda.

— En diversos foros, cada vez que se analizan los bajos índices de lectura, se le echa la culpa a la televisión. Paralelamente, usted conduce con Francine Gálvez un programa televisivo (Palabra por palabra) que tiene una finalidad educativa con respecto al idioma. ¿Cuál es su opinión y experiencia acerca de estos temas?
— Los medios audiovisuales son una dura competencia para la lectura, porque son medios pasivos que no requieren de nosotros más que tener los ojos abiertos. Aun así, la televisión no es el problema de la cultura o la lengua (igual que no lo son los celulares) sino los que crean los programas para televisión y nosotros mismos, que somos seres libres que tenemos la opción de no verla. En esta sociedad audiovisual se ha creado una mentira circular que repiten los programadores de televisión y las productoras: «La gente quiere ver tele de mala calidad, quiere ver realities, chismes y analfabetos encumbrados a la cima del éxito». Lo cierto es que apelar a los instintos más básicos (violencia, venganza, sexo...) que son connaturales al ser humano, es algo muy cómodo. Si uno va por la calle y en la vereda de la izquierda hay una orquesta tocando a Mozart y en la de la derecha hay un accidente, la mayoría de la gente se siente atraída por el accidente. La cultura es algo que nos hace humanos, pero con lo que no nacemos. Nadie nace deleitándose con la música clásica, la lectura o el respeto a las opiniones de los demás. Esto es algo que los humanos nos inculcamos entre nosotros. Y ahí llega la pregunta clave: debemos hacer distinciones con la televisión. ¿Es la televisión un medio distinto (del libro, por ejemplo) y debe estar sometido a determinadas reglas de calidad? Mi opinión es que la televisión pública, al menos, debe tener un código deontológico y ser consciente de la importante influencia que ejerce sobre la población.

— ¿Considera que existe plena conciencia acerca de que la mayoría de los conocimientos que todos tenemos fueron traducidos previamente?
— No, no reparamos mucho en eso y yo suelo destacarlo mucho cuando alguien tiene dudas sobre qué es y qué implica nuestra profesión. Para ser un adulto desarrollado, hemos tenido que oír, leer y ver decenas de miles de palabras que fueron traducidas. Nuestra sociedad no vería la vida de la misma manera si no hubiéramos traducido a Aristóteles, Schopenhauer, Sartre o Freud. No relataríamos de la misma manera si no nos hubieran llegado los textos de Shakespeare. Gracias a las traducciones de las cantigas medievales de amigo y a Francesco Petrarca —incluso a los bucólicos de la Antigua Grecia— sentamos las bases de cómo se describe el amor apasionado y no correspondido, el amor romántico, el amor dilecto. Y sin las traducciones de las películas de Hollywood o los documentales, nuestras conversaciones se verían mucho más traducidas. Siempre ha habido un traductor en nuestra vida, siempre lo hay y siempre lo habrá.

— ¿Cuáles son las expresiones que más lo sorprendieron, cuando hizo la recopilación para su Diccionario de burradas del español?
— Me siguen sorprendiendo y me gustan las expresiones cultas que la gente vulgariza como para dotarlas de significado. Por ejemplo, la expresión miedo cerval hace referencia al miedo que tienen los ciervos, y mucha gente no lo sabe, como aquella señora que decía que tenía «miedo cervical a las alturas», y se echaba la mano a la nuca, como si ella sintiera una tensión justo ahí. También me fijo en cómo usan los hablantes los calcos y extranjerismos, y eso nos recuerda a los traductores que no todo el mundo sabe, quiere y puede adoptar los términos foráneos con la facilidad que algunos de nosotros pretendemos. Así, una señora decía que le iban a hacer un «escarnio cerebral» y, en realidad, lo que le iban a hacer era un escáner.

martes, 26 de agosto de 2008

Nadie vio Matrix, de Walter Graciano.

En marzo de 2008, Lucila colocó Nadie vio Matrix en la mesa de luz. Resulta difícil explicar Matrix con palabras porque más de uno ha preguntado por la película y luego de varios intentos se arriba a la misma conclusión: hay que verla para poder entenderla.

Realidad, virtualidad, varios mundos paralelos o uno sólo que no somos capaces de ver tal como es. El libro de Walter Graciano pretende ayudarnos a ver lo que no podemos.

En el libro podemos ver preguntas referidas a la realidad mundial: ¿Qué ocurrió en realidad el 11 de septiembre de 2001? ¿Qué intereses económicos determinaron el atentado del 11 de marzo de 2004 en Madrid? ¿Por qué era necesario derribar al partido de Aznar?

Walter Graciano contesta todas estas preguntas en Nadie vio Matrix, un libro de actualidad que demuestra que se nos miente descaradamente y se suelen distorsionar los acontecimientos.

¿Quiénes planearon el asesinato de John F. Kennedy? ¿Cuál es la organización occidental que financia a Hamas, Hezbollah y Al Qaeda? ¿Cuántos golpes de estados encubiertos hubo en realidad en Estado Unidos? ¿Por qué la guerra civil norteamericana la ganó el sur racista y no el norte progresista como realmente se cree? ¿Cuál es el destino del dólar?

Walter Graciano, autor de Hítler ganó la guerra y Las siete plagas de la Argentina es periodista y un renombrado economista argentino contemporáneo. El autor trabajó ocho años en el Banco Central y en la actualidad se dedica a la literatura. Sus libros figuran entre los más vendidos en la Argentina.

Niebla, de Miguel de Unamuno.

Soledad Machado, quien fue nuestra entrevistada en Contacto 8, nos escribió lo siguiente: “Para seguir con la recomendación de buenos textos, quiero aportar uno que no debería faltar en la mesa de luz, ni en la vida de nadie. Un libro único que no sólo se lee en la cama sino en cualquier lugar, en cualquier momento, porque es muy difícil dejarlo una vez comenzado: la novela Niebla, del brillante escritor y filósofo español Miguel de Unamuno. Como todas las obras del poeta, posee un estilo pulido y perfecto, en el cual vuelca al papel sus infinitas inquietudes metafísicas.

Niebla es una novela con la que el autor pretende crear un género nuevo. Las novelas son textos donde, como en la niebla, se desdibujan los límites entre ficción y realidad. En ellas se plantea qué es lo real y qué lo irreal. ¿Existe en realidad algo tan definido como parece? ¿Hay una verdad y una mentira? ¿Todo depende del cristal con que se mira, según diría otro poeta español?

La historia superficial es un enredo amoroso. Augusto Pérez, el personaje principal, se enamora de una bella joven que lo vuelve loco. El texto narra las idas y vueltas de la relación con diálogos muy sencillos y realistas, pero llenos de humor. A los dos protagonistas se suman un novio de ella, una amante de él y los grotescos tíos de la joven, que aportan los mayores momentos de hilaridad al texto.

Pero el libro no es sólo esa historia de amor, porque bajo esa apariencia inocente se esconden las grandes dudas existenciales del escritor. Augusto cobra vida y se vuelve tan autónomo como cualquier individuo. A su vez, Miguel se mete en el libro y pasa a ser un personaje de su propia novela. En un diálogo brillante que poseen ambos se plantea claramente el problema de existir, la angustia que eso causa, la posibilidad de dejar de ser y qué es estar vivo o morir.

Luego de leer Niebla, uno no puede dejar de sentirse vivo y de pensar en todas las cuestiones que plantea. Es un texto riquísimo en ideas y en sentimientos que no puede dejar de leer quien se dedique a escribir, pero también es excelente para cualquier persona que desee gozar del placer de la buena lectura”.

El autor:

Miguel de Unamuno estudió Filosofía y Letras en la Universidad de Madrid. En 1883 se doctoró con una tesis sobre Lengua vasca: Crítica del problema sobre el origen y prehistoria de la raza vasca”. En 1901 fue nombrado rector de la Universidad de Salamanca. Comenzó a colaborar en el semanario “Lucha de clases” y eso marcó su vida. En 1914 lo destituyeron de su rectorado por razones políticas. Fue condenado a 16 años de prisión, por injurias al rey, pero esa condena no llega a cumplirse. Murió en 1936. Entre sus obras se pueden mencionar: Paz en la guerra, Amor y pedagogía, Recuerdo de niñez y mocedad, El espejo de la muerte, Tulio Montalbán y Cómo se hace una novela.

Gracias por volar conmigo, de Fernando Peña.

Desde Contacto, en febrero de 2008, Lucila recomendó Gracias por volar conmigo, de Fernando Peña. Un libro para reír, distenderse y pasar un muy buen rato, especialmente para disfrutar lo que queda de las vacaciones, o para algún fin de semana sin demasiada actividad.

Azafatas, comisarios de abordo, pasajeros, trampas, cambios de asiento, mascotas, aeropuertos, son algunos de los temas tratados con el ácido humor de Peña.

Cabe destacar que el libro viene acompañado de un CD, que no es el libro en audio, sino que contiene algunas anécdotas que Peña cuenta para ilustrar aun más el texto.

“Gracias por volar conmigo” fue inicialmente una obra de teatro, según cuenta el autor, pero el espectáculo no le permitía abordar todos los temas y anécdotas, y sintió la necesidad de escribir este libro.

Fernando Peña es un talentoso actor uruguayo. Reside desde hace varios años en Argentina, donde desarrolla exitosamente su carrera artística. Si bien se hizo conocido en la radio –donde representa a una veintena de personajes o criaturas, como él las llama- el teatro, ya sea como actor o autor, es su fuerte. Entre sus obras se pueden mencionar: “Intimidad rioplatense”, “Duele”, “La burlona tragedia del corpiño”, “Sit Down Tragedy” y “My name is Albert”.

No es casual que su primer libro (aunque es autor o co-autor de sus obras de teatro) se refiera a una época en la que fue Comisario de abordo. Voló de modo profesional durante 14 años, y fue en uno de esos viajes entre Argentina y Chile que Lalo Mir lo descubrió y lo llevó a la radio. Hoy, muchos años después, Peña se vuelve a subir al avión, pero nos invita a volar con él.

Evita en imágenes, de Felipe Pigna.

En febrero de 2008, Marina Geminiani nos contó lo siguiente: “Me prestaron Evita en imágenes de Felipe Pigna. Elegí leerlo desde la curiosidad. La verdad es que mucho se dice de Evita y a veces uno no termina de entender su historia, por no saber sus detalles... Siempre se escucha que se habla de ella, desde el amor o desde el odio, pero es mejor saber los hechos para opinar mejor. El libro, sin aburrir, narra la historia de esta gran mujer. Desde su nacimiento en Los Toldos, recorre su vida entre camarines, discursos, viajes y hazañas al lado de Perón, incluido todo su crecimiento y lucha social. Pigna recopila fotos y citas que enlaza con su narración y nos describe así su vida y obra, sin dejarla como heroína ni villana. Si les interesa saber quién fue Evita, este es un buen comienzo”.

El autor:

Felipe Pigna es un prestigioso historiador, últimamente, más conocido por trabajar en televisión (Algo habrán hecho) y radio (Lo pasado, pensado).

Entre los libros que escribió, se pueden mencionar los tres tomos de “Los mitos de la historia Argentina”, “Lo pasado pensado” e “Historia. La Argentina contemporánea”.

Además se publicó una colección pensada para los más chicos.

¡Gracias, Marina!

El lugar perdido, de Norma Huidobro.

En enero de 2008, Lucila nos recomendó El lugar perdido, de Norma Huidobro, texto galardonado con el Premio Clarín de Novela en su última edición, por decisión del jurado que integraron José Saramago, Rosa Montero y Alberto Manguel.

La historia se ubica en Villa del Carmen, un tranquilo pueblo jujeño, en tiempos de la última dictadura militar, para marcar un deliberado contraste entre la violencia y la aparente calma.

La llegada del torturador Ferroni en busca de datos sobre Matilde Trigo, pondrá a prueba la lealtad de Marita Valdivieso, quien guarda celosamente las cartas enviadas por su amiga. La correspondencia atesorada se transforma en un botín de guerra, como eje de una disputa que deja traslucir otras instancias para delinear a cada uno de los personajes.

El lugar perdido tiene un alto vuelo literario: “Al atardecer el aire cambia su olor y el silencio se aliviana, entonces el tiempo retoma su curso y pierde eternidad a medida que gana en sombras. Es que al silencio se le abre la trama y deja que lentamente se le cuele la oscuridad. Así se preparan los dos, aire y silencio, para que con sus hilos se teja la noche”.

La autora:

Norma Huidobro (Lanús, Buenos Aires, 1949) es Profesora de Letras graduada en la UBA, y actualmente se desempeña como correctora y redactora en una editorial de libros infantiles. Entre sus obras publicadas, figuran El sospechoso viste de negro, ¿Quién conoce a Greta Garbo? y Los cuentos del abuelo.

Historias de diván, de Gabriel Rolón.

Recomendamos Historias de diván de Gabriel Rolón. El libro cuenta con “ocho relatos de vida” que están basados en casos reales. En sesiones en las que analista y paciente llegan a un acuerdo para encarar juntos uno de los caminos más duros: el que lleva a la verdad como único instrumento para destrabar el dolor.

Si bien está escrito por un psicólogo, no está destinado exclusivamente a la gente de esta profesión. Cada uno al leerlo se sentirá identificado por algunos de los casos o por diversas situaciones por las que han pasado estos pacientes.

El autor describe en esta obra celos, infidelidades, temores, culpas; temas que conmueven, enojan y finalmente nos llevan a reflexionar sobre nuestras vidas.

El autor:

El licenciado Gabriel Rolón nació en Buenos Aires en 1961. Realizó sus estudios en la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires. Se graduó e hizo su especialización en Psicoanálisis. Desde entonces su actividad se circunscribe a la Psicología Clínica, siendo su campo el tratamiento de las Neurosis, las Perversiones y las Psicosis.

También ha participado y participa en algunos programas de radio y televisión, en los que intenta canalizar las dudas de la gente y en los casos que sea necesario derivar a las personas para que puedan iniciar un tratamiento que los ayude en la solución de sus dificultades. Entre otros ciclos, se pueden citar: Tarde Negra, Va X Vos, Siempre Listos, Todos al Diván, La venganza será terrible y RSM.

Nubosidad variable, de Carmen Martín Gaite.

Cuando consultamos a Luciana Martínez, traductora pública e intérprete simultánea, nos dijo: “Un libro para recomendar... ¡Qué difícil, sólo uno! Entre todas las imágenes que van surgiendo a medida que recorro viejas lecturas elijo ésta, que hace mucho quedó almacenada en mi memoria. Es una imagen algo borrosa sin rastro de detalles pero con una luz inconfundible: Esa sensación que te queda cuando das vuelta la última página de un “buen” libro; bueno para vos, claro, porque te movilizó de alguna manera y te quedaste un par de días sin tocar ningún otro, sólo con el disfrute de recordar fragmentos, todavía no querés abandonar a los personajes que llegaste a conocer tan bien y reemplazarlos por otros, meros extraños en una primera página. Nubosidad variable, de Carmen Martín Gaite es la historia de una amistad entre dos mujeres, sus dos mundos con lugares comunes y diferencias, y sus cambiantes caminos y amores y humores, y te lleva a viajar entre sus recuerdos y realidades. Lo leí hace tiempo y no sé cómo saldría de una segunda lectura hoy, pero de vez en cuando verifico que siga guardado en la biblioteca dispuesto a mudarse a la mesita de luz otra vez.”

Carmen Martín Gaite: escritora española, quien recibió el Premio Nadal y el premio Príncipe de Asturias de las Letras. Durante sus primeros años no fue al colegio, ya que sus padres no querían que se educara en un colegio religioso y, por ese entonces, era muy difícil encontrar en Salamanca un buen colegio que no dependiera de la Iglesia. Por tal motivo, fue su propio padre quien la inició en el mundo del arte, la historia y la literatura. En 1943 inicia la carrera de Filología Románica, en la Universidad de Salamanca. Fue aquí que empezó a colaborar con la revista Trabajos y días en donde aparecen sus primeros poemas. Trabajó durante un tiempo haciendo fichas para un diccionario de la Real Academia Española. Falleció en Madrid el 22 de julio de 2000. Entre sus obras más destacadas podemos mencionar: El libro de la fiebre, Las ataduras, Retahílas, Industrias y andanzas de Alfanhuí, El balneario y Entre visillos.

Mujeres asesinas 3, de Marisa Grinstein.

En el cajón de la mesa de luz de Contacto encontramos Mujeres asesinas 3. Catorce relatos que ponen ante el lector la mirada de “la asesina”. La vida anterior al crimen y cómo se llega a traspasar el límite, contado con maestría criminológica por Marisa Grinstein. Es imposible no releer algunas de estas historias: madres, esposas, hijas, amigas; todas ellas asesinas.

El libro completa una trilogía, que coincide con las tres temporadas televisivas del prestigioso ciclo homónimo de unitarios, con producción de Pol-ka para Canal 13. La autora también fue la encargada de adaptar las historias para la pantalla chica.


Mujeres asesinas 3 no es un libro de recopilación policial –si bien se basa en historias reales- porque fundamentalmente intenta desentrañar las vertientes más humanas de las protagonistas. En casi todos los casos hay un detonante que dispara un comportamiento desconocido en ellas, y cuando se le pregunta a la autora sobre la historia de estas mujeres, señala que ellas buscaban para sí mismas un destino mejor.

Marisa Grinstein nació en 1963. Es periodista egresada de la Universidad de La Plata. Trabajó en El Heraldo de Buenos Aires y se desempañó durante diez años como redactora especial de política nacional en la revista Noticias.

Si tenés alguna sugerencia, ponéte en contacto con Lucila Bringas a través del correo electrónico lucila@traducilo.com

Elena sabe, de Claudia Piñeiro.

Este mes, Lucila nos recomendó Elena sabe, la última novela de Claudia Piñeiro, autora de Las viudas de los jueves. Esta es la historia de Elena, quien sufre Párkinson, decide buscar al asesino de su hija. Rita, hija de Elena, aparece colgada del campanario de la iglesia en la que trabaja. Elena sabe muchas cosas, pero su cuerpo no la acompaña, y depende del efecto de cada pastilla para poder planificar cada movimiento. Ella se aferra a una vieja deuda de gratitud, en su intento por descubrir la dudosa muerte de su hija, ante la incomprensión, la hipocresía y la burocracia.


Con esta historia, disponible en las librerías desde comienzos de octubre de 2007, Claudia Piñeiro logra narrar la intimidad de una enfermedad silenciosa que modifica los lazos familiares, en medio de las distintas formas de asumir la maternidad, el amor, la vida y la muerte.

Mr. Vértigo, de Paul Auster

María Eugenia Roca Rodríguez (Traductora pública- Universidad del Museo Social y traductora científico literaria – J.F.Kennedy) Comenzó a trabajar para Traducilo.com en 2002. Nos acompaña desde la época de Nexo - Servicios de Traducción.

Nos comentó sobre el libro Mr Vértigo de Paul Auster. Este autor nació en 1947 en Nueva Jersey y estudió en la Universidad de Columbia. Tras un breve período como marino vivió tres años en Francia, donde trabajó como traductor y como «negro» literario. Desde 1974 reside en Nueva York. Es autor de "El país de las últimas cosas", "La invención de la soledad", "La trilogía de Nueva York" (Ciudad de cristal, Fantasmas y La habitación cerrada), "El Palacio de la Luna", "La música del azar", "Leviatán", "El cuaderno rojo", "A salto de mata", "Pista de despegue" (Poemas y ensayos 1970-1979) y "Tombuctú", y de los guiones "Smoke & Blue in the face" y "Lulu on the Bridge", todos ellos publicados en Anagrama.

El Psicoanalista, de John Katzenbach

Analía Guezikaraian (Traductora pública – UBA) trabaja para Traducilo.com desde mayo de 2005.

¿Qué nos recomendó?

El Psicoanalista de John Katzenbach, quien posee una larga trayectoria como periodista especializado en temas judiciales, trabajo que ha ido compaginando con la escritura. Además de esta novela, es autor de Al calor del verano, Retrato de sangre, La historia del loco y Juicio final, entre otro títulos.

También nos sugirió Missing Pieces, de Joy Fielding. La escritora nació en 1945 en Canadá. En la actualidad vive una parte del año en Toronto y otra en Florida. Los géneros que propone en sus libros transitan el suspenso y el suspenso psicológico. Antes de ser escritora, fue actriz. Sus novelas están protagonizadas por mujeres en busca de su identidad. Entre sus obras se destacan: La última pieza, Condenada a vivir, Secretos peligrosos y Perseguida.